RECOBRA tu
intimidad
Anne
Wilson Schaef
CAPITULO:
LA HUIDA DE LA INTIMIDAD
Se nos ha
dicho que existen ciertas habilidades y comportamientos que promueven y
refuerzan la posibilidad de crear relaciones. Desafortunadamente, después
experimentamos como estas “habilidades” nos conducen a relaciones de adicción.
Después de comprobar que estas mismas “habilidades” que creíamos que suscitaban
la intimidad son utilizadas, sin duda, para evitarla y practicar la adicción,
nos sentimos traicionados por nosotros mismos y por lo que nos ha enseñado.
Cuando hacemos la lista de estas habilidades, se hace evidente que son lo que se
nos ha enseñado y lo que conocemos, y que no sabemos qué hacer para crear y
mantener relaciones sanas.
Estas son
algunas de las habilidades utilizadas para crear seudo relaciones de
adicción:
Ser capaz
de establecer “relaciones instantáneas”
Ser capaz
de escuchar incluso cuando no se está interesado ni implicado con lo que la otra
persona está diciendo.
Poder
poner constantemente de lado las propias necesidades en aras de la
relación.
Saber cómo
alimentar la dependencia y, al mismo tiempo, cómo “atarse” al otro de una manera
dependiente.
Saber cómo
“contemporizar” con las propias necesidades, valores, ética y moral en aras de
la relación (incluyendo la familia, los hijos y el propio trabajo).
Tener la
capacidad de reconocer inmediatamente “la pareja cósmica” o una “conexión
especial”.
Ser capaz
al instante de compartir secretos y contar toda la vida personal.
Tener una
atracción física y sexual inmediata.
Ser capaz
de encajar a la otra persona en fantasías románticas y/o situaciones exóticas
mediante canciones especiales, medios de apoyo y símbolos para la relación,
incluso cuando estos adornos tienen poco sentido excepto para la misma persona
romántica que los utiliza.
Ser capaz
de crear una “conexión” y no saber cómo ser amigos.
Establecer
una intensidad inmediata o un “subido” (estar enamorado) y permitir que el
“subidon” interfiera en la vida cotidiana.
Sentir
como si la “relación” le tuviera a uno en sus garras, se hubiera apoderado de la
vida de uno y ser capaz de abandonarse a ese sentimiento.
Tener las
habilidades (imaginables) y el deseo de “salvar” a la otra persona de la vida
que ha construido.
Estar
dispuesto a servirse de la otra persona para huir de la vida que uno mismo ha
construido.
Definir
todo en la existencia de uno en términos de la relación y hacer de la relación
el “centro” de la propia vida.
Ser capaz
de ignorar otras facetas de ambas vidas en aras de la relación.
Tener la
capacidad de “hacer que la otra persona se sienta viva”.
Ser capaz
de atraer a otras personas hacia uno, es decir, poner el énfasis en la
apariencia física, como la ropa o arreglárselas para atraer a los
demás.
Poder
ignorar los aspectos de la persona en los que no confiamos o que no nos
gustan.
Ser capaz
de ignorar los valores, las esperanzas y los miedos no compartidos y ver a la
otra persona únicamente con los ojos de la ilusión.
Ser capaz
de aceptar la culpa por cualquier cosa que no funcione en la
relación.
Ser capaz
de “colgarse de ella” mucho más del punto de cordura.
Tener la
capacidad de cerrarse a los propios sentimientos y tomas de conciencia al
servicio de la relación.
Tener la
capacidad de “entrar por completo en el mundo del otro”.
Saber cómo
utilizar las “habilidades” de comunicación para crear relaciones de manera
inmediata, dando más importancia a las “habilidades” que a estar presente para
la otra persona.
Ser capaz
de utilizar la manipulación y el mantenimiento de las apariencias para ser lo
que la otra persona quiere con el fin de “engancharla” en la
relación.
Tener la
capacidad de “tomar sobre si” y “sentir” los sentimientos del otro.
Tener la
capacidad de aceptar los celos como signo de verdadero amor.
Tener la
capacidad de apegarse a personas a las que uno ha gustado primero.
Tener la
capacidad de servirse de la honradez como un “timo”.
Tener la
capacidad de utilizar la propia intuición para explicar o “entender” al
otro.
Haber
desarrollado las habilidades de seducir, cortejar y excitar como un arte
consumado.
Tener la
capacidad de aparentar estar íntimamente involucrado cuando en realidad se está
escondido tras un muro.
Haber
aprendido a interpretar la intensidad como amor y, por tanto, presuponer que
cuando sentimos con intensidad algo sobre otra persona lo que sentimos es
amor.
La
capacidad de perder los propios límites en una relación.
Ser capaz
de sufrir infinitamente a causa de la relación.
Ser capaz
de mirar fija y amorosamente a los ojos del otro con mirada parecida a la de un
becerro medio moribundo en medio de un pantano.
Se nos ha
enseñado que estas habilidades conducen a relaciones cuando, de hecho, conducen
a relaciones de adicción.
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Desgraciadamente, estas adiciones explotan necesidades humanas
básicas y delicadas en su propio provecho, lo cual hacen que sean muy confusas.
Las personas adictas siempre necesitan alguna otra persona (imaginaria o real)
para sustentar su enfermedad y declaran tener una necesidad de conexión, aunque
tratan a los demás como objetos para ser utilizados. Los adictos a las
relaciones y a los romances se sirven de otras personas lo mismo que lo hacen
los sexo dependientes. Aunque en definitiva, todos ellos están evitando la
intimidad y, sin duda alguna, impidiéndola.
Cualquier
persona puede verse afectada por estas adicciones. Todas ellas son dependencias,
y tienen las mismas características que las demás adicciones, son progresivas y
fatales .Arruinan vidas, familias, instituciones y sociedades enteras. Cuando
avanza la enfermedad los adictos se vuelven más controladores, falsos, absortos
en sí mismos, perfeccionistas, exigentes, confusos, aislados y disfuncionales.
Estas dependencias pueden alterar la mente lo mismo que la dependencia de
sustancias químicas, y a medida que avanza la enfermedad, se necesita cada vez
más la “dosis” de que se trate en cada caso para obtener el
“subidon”.
Para
seguir su adicción la persona tiene que abandonarse gradualmente a sí misma.
Esto desemboca en un deterioro ético, moral, y espiritual, y, como en las otras
adicciones, las personas se ven al final descuidándose a sí mismas, los hijos, a
la familia, el trabajo y las responsabilidades sociales. Los adictos no son
capaces de aportar una contribución sólida a sí mismos o a su sociedad, y
cualquier contribución que hagan se deteriora.
Las
personas con estas dependencias sufren profundamente y se vuelven cada vez más
impotentes respecto a las mismas y respecto a sus vidas.
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