Ellos sufren silenciosamente,
consumidos por el terror al placer sexual y llenos de miedo y de dudas sobre su
sexualidad. Se sienten profundamente incómodos con una cultura que promueve incansablemente el sexo pero que es
extrañamente inconsciente con respecto a la sexualidad. No se trata de que
el deseo sexual que experimentan esté inhibido, aunque a menudo demuestran
ingenuidad e inocencia o hasta prejuicios contra el sexo. No se trata de
disfunción sexual, aunque a menudo su sufrimiento se enmascara en un problema
físico que afecta su sexualidad. No se trata de que sean fríos e insensibles,
aunque por cierto ésta sea una manera en la que se protegen contra el daño. No
se trata de creencias religiosas, aunque la opresión religiosa sobre el sexo
suela ser un lugar para esconderse. No se trata de culpa y vergüenza, aunque
estos sentimientos se experimenten poderosamente. No se trata de engaño, o de
riesgo o de rechazo sexual, aunque éstos son temas comunes. Es simplemente el
vacío de una profunda privación, un sufrimiento silencioso llamado anorexia
sexual.
La anorexia sexual es un
estado obsesivo en el cual la disposición física, mental y emocional para
evitar el sexo domina nuestra vida. Al igual que la decisión de privarse de
alimento, o el endeudamiento, o el atesoramiento de dinero, la privación del sexo puede hacer que uno
se sienta poderoso y defendido de las heridas. Como en cualquier otro
estado alterado de la consciencia, como los que se logran mediante el uso de
sustancias químicas, el juego o la comida compulsivos, o cualquier otro proceso
de adicción, la preocupación por evitar
el sexo puede parecer que extirpa los problemas de nuestra vida. La
obsesión puede convertirse entonces en una forma de hacer frente a todo el
estrés y a todas las dificultades de la vida. Sin embargo, como en otras
adicciones y compulsiones, el costo es grande. En este caso el sexo deviene un
enemigo silencioso que debe ser continuamente mantenido a raya, aun al precio
de aniquilar una parte de nosotros mismos.
Reflexión:
Progreso no perfección
En el proceso de crecimiento hacia la
madurez espiritual, todos atravesamos muchas etapas de adolescencia.
Miki L. Bowen
Nuestra meta en este programa de
recuperación es el progreso, no la perfección. Y muchas veces nos atormentará
la sensación de que hemos retrocedido. Exhibiremos conductas antiguas. Nos
sentiremos incapaces de cambiar, de seguir adelante, de volver [y mantener la
abstinencia]. Pero esos períodos pasarán y pronto el progreso volverá a ser
evidente.
Debemos tener cuidado con nuestra
necesidad de ser perfectos, pues ésta hace que nuestro progreso normal no nos
parezca lo suficientemente bueno. Y, aún así, es de lo único que somos capaces
y de lo único que necesitamos ser capaces. El programa, sus Pasos y las
promesas que ofrecen, nos proporcionan las herramientas de las que carecíamos y
que necesitábamos para aceptar plenamente nuestra imperfección.
La atención diaria a nuestro aspecto
interior nos dará la salud espiritual y emocional que anhelábamos. La oración y
la meditación, combinadas con la realización de un inventario sincero, nos
mostrarán el progreso que necesitamos, y el que hemos logrado. Sin embargo, en
ocasiones fallaremos. Habrá días en que descuidemos nuestro programa. Pero ello
no se nos irá de las manos.
El día de hoy se abre ante mí, y
puedo progresar. Comenzaré diciendo una oración en silencio y dedicando un
momento a la meditación.
Preguntas a trabajar:
1. En tu
camino hacia la abstinencia como tú la has definido, ¿cómo ha sido el proceso?
¿Honesto? ¿Lento? ¿Rápido? Explica.
2. ¿Has experimentado frustración en el logro
de tu abstinencia? ¿Cómo has trabajado tus caídas para no darte por vencido?
3. ¿Mantienes una relación continua con El
Podre Superior de tu entendimiento o estás trabajando el programa a solas?
4. ¿Es la oración y meditación parte de tu día
a día?
5. ¿En tu infancia y/o adolescencias
experimentaste el doble mensaje de la sexualidad, represión como virtud por un
lado y explotación social respecto a lo sexual?
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