(Capitulo
IX del libro ya no seas codependiente, pág. 49 de la versión digital)
Consiente y
protege a esa criatura asustada, vulnerable y necesitada que hay en nuestro
interior. Este niño interno puede no llegar a desaparecer completamente nunca,
no importa que tan autosuficientes nos volvamos. El estrés puede hacer que el
niño grite. Sin motivo alguno, el niño puede aflorar y demandar atención cuando
menos lo esperamos.
Tuve un sueño acerca
de esto que puede ilustrar este punto. En mi sueño, a una niña de cerca de
nueve años se le había dejado sola, abandonada por su madre durante varios días
con sus noches. Sin que nadie la cuidara, la chica correteaba por el vecindario
ya entrada la noche, No provocaba ningún problema serio. Parecía estar buscando
algo, tratando de llenar sus horas vacías. La niña no quería estar sola en
su casa cuando oscureciera. La soledad era demasiado temible. Cuando
por fin regresó la madre, los vecinos se le acercaron y se quejaron de que su
hija hubiera andado por todas partes sin que nadie la cuidara. La madre se
enojó y empezó a gritarle a la niña por su mala conducta. “Te dije que te
quedaras en casa mientras me iba. Te dije que no causaras problemas, ¿no es
así?”, gritaba la madre. La chica no respondió nada, ni siquiera lloró. Tan
sólo se quedó parada con los ojos mirando hacia abajo y dijo casi en silencio
“creo que me duele el estómago.”
No le pegues a esa vulnerable criatura cuando
no quiere estar sola a oscuras, cuando se asusta No debemos dejar que este niño
interior tome las decisiones, pero tampoco debemos ignorarlo. Escucha al niño.
Déjalo llorar si lo necesita. Consuélalo. Averigua qué es lo que necesita.
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