martes, 12 de junio de 2012

¿Qué sabemos realmente en esta cultura acerca de la intimidad?


INTIMIDAD

¿Qué sabemos realmente en esta cultura acerca de la intimidad? No mucho. Vivimos en un sistema que está terriblemente amenazada por ella. Aunque oímos pregonar constantemente la intimidad, mucho de lo que aprendemos sobre ella de los medios de comunicación y de nuestras instituciones es realmente sobre una forma de adicción, sea la sexo dependencia. La adicción a los romances o la adicción a las aventuras sentimentales. Las relaciones que se describen son habitualmente relaciones de adicción. Considere, por ejemplo. Los anuncios que vemos. ¿Nos enseñan algo sobre la intimidad? Creo que nos enseñan más sobre la adicción. De hecho, los anuncios suelen vincular la intimidad instantánea con sustancias adictivas como el alcohol y los cigarrillos.

En nuestras propias vidas, tenemos pocos ejemplos ante nosotros de personas que realmente sepan ser íntimos y aún menos parejas que tengan una relación auténticamente íntima. Añoramos la posibilidad. Sabemos que la intimidad es importante. Hacemos las cosas que nos han enseñado que facilitan la intimidad, y sin embargo tenemos un extraño sentimiento de vacío de que falta algo, tal vez seamos nosotros lo que falta.



LA INTIMIDAD CON NOSOTROS MISMOS


El primer requisito previo para la intimidad es saber tenerla con uno mismo. Mientras estemos buscando fuera de nosotros mismos la intimidad, nunca la alcanzaremos y nunca seremos capaces de compartirla tenemos que saber quiénes somos, que sentimos, lo que pensamos, cuáles Son nuestros valores, qué es lo importante para nosotros.

Los adictos no saben tener intimidad, porque se han servido de sus adicciones para desconectar sus sistemas internos de información, por ello no pueden tener información disponible para sí mismos sobre lo que sienten y piensan y sobre quiénes son en realidad. Creo que darse cuenta de ello es una de las capacidades más importantes de la intimidad. Para que las personas sepan quiénes son, deben darse cuenta de cuándo tienen que ir al baño, de cuándo están cansadas, de cuándo tienen hambre, de cuándo les gusta algo o no les gusta. Tienen que darse cuenta de cuándo están emocionalmente heridos, enfadados, con miedo, solos, con necesidad, felices o a gusto. Tantas personas son inconscientes de lo que sienten, piensan y saben que no existe ninguna posibilidad de que puedan comunicarse alguna vez con otro.

Durante el auge del movimiento del potencial humano se hab1ó mucho de expresar los sentimientos. Muchas veces los sentimientos eran forzados, y la intimidad instantánea estaba a la orden del día. (La intimidad no puede nunca ser realmente forzada.) Es un proceso, no un acontecimiento. Este movimiento, al animar a las personas a ponerse en contacto con sus sentimientos y a expresarlos, que importante históricamente porque, en general, los sentimientos han sido reprimidos y había muchos polvorines ambulantes solitarios. Aprendimos mucho de esta fase de nuestra investigación sobre la comprensión de la psique humana. Sin embargo, algunas limitaciones de los métodos de aquellos años se han hecho notoriamente evidentes. En primer lugar, cuando alguien siente sus propios sentimientos, debe aprender qué hacer con ellos y cómo expresarlos para no «vomitarlos» sobre cada persona que esté a la vista. Había una tendencia en aquel periodo (y todavía la hay en alguna gente) a explotar totalmente contra cualquiera que estuviese presente, a causa de sentimientos que habían sido disparados por alguna circunstancia. Esto no solía ser útil ni para el que «vomitaba » ni para el «vomitado». El que vomitaba solía saber de manera instintiva que la intensidad de los sentimientos era mucho mayor que lo que merecía la situación en cuestión (de hecho, ¡podía haber estado «cociéndose» durante muchos años!), y cuando la persona sobre la que se “vomitaba» respondía que el enfado (o el sentimiento de estar herido, o la cólera, etc.) era inapropiado, la persona que había explotado sabía en su fuero interno que la otra tenía razón, y, o bien se escabullía cabizbajo, o bien se ponía aún más a la defensiva y atacaba de nuevo. En cualquiera de los dos casos se destruía el potencial de intimidad para entrar en contacto con los propios sentimientos.


1.   ¿Mientras estabas en adicción te preguntabas acerca de tus sentimientos y necesidades?

2.   ¿Cómo ha sido tu proceso durante la recuperación, al encontrarte contigo mismo?

3.    ¿”Vomitaste” o sentiste que habías sido “vomitado” en el rencuentro con tus sentimientos? ¿Cómo lo manejaste?

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