REFLEXIÓN
“La humanidad no es capaz de enfrentar mucha realidad”. T. S. Eliot
Muchos de
nosotros, que somos sexoadictos, estamos siempre listos para dar la espalda a
la realidad y refugiarnos en la fantasía, cuando las cosas se ponen difíciles. Si sufrimos un revés, tendemos a evitar
hacer un examen de conciencia. Si nuestros sentimientos son heridos por un
amante, tal vez nos volquemos hacia la pornografía o a un romance sin
importancia para obtener una revancha barata y sucia.
En nuestra adicción,
mantenemos nuestro mundo de fantasía y ampliamos nuestros sueños infantiles de
omnipotencia. Ahí estamos, todo poderosos, y nuestra gratificación sexual no
conoce límites. Otras personas se vuelven marionetas que bailan las canciones
que queremos, aferrados a sus cuerdas. La realidad es una mancha distante en el
horizonte.
En recuperación
aprendemos a enfrentar los descontentos y decepciones que encontramos en el
camino, sin tener que saltar de nuevo a la fantasía. Escuchando y hablando, nos
anclamos a una comunidad que no le tiene miedo a la vida. Acá, en nuestros
grupos, Desarrollamos una mirada firme y un agarre más sólido en la razón. La realidad puede ser dura a veces, pero
también es alegre y satisfactoria, y ahora podemos hacerle frente. Podemos disfrutar
el brillo de los buenos momentos, y enfrentar el infortunio con gracia.
“Estoy aprendido a mirar la vida de forma estable, y seguir adelante
sin enchufarme con la fantasía para resolver mis problemas”.
TEMA
La intimidad con los
demás
Y ahora, ¿qué pasa
con la intimidad en las relaciones? Consideremos inicialmente cuatro
comportamientos clave que interfieren con ella. Son, en primer lugar, no responsabilizarse; en segundo lugar,
mantener el espejismo del control; en tercer lugar la falsedad, y en cuarto
lugar, estar absorto en uno mismo. Cualquiera de los cuatro tiene asegurada
la destrucción de la intimidad y de la relación.
Las relaciones de adicción están construidas sobre
estos procesos.
Empezamos con la absorción en uno mismo.
Cuando estamos
absortos en nosotros mismos, nos es difícil ver a nuestra pareja como algo
separado de nosotros y/o de la relación. Las personas absortas en sí mismas
tienden a interpretar los sentimientos y actos de la pareja a favor o en contra
de sí mismas y reaccionan en consecuencia. Por ejemplo, si nuestra pareja
quiere a otra persona, esto está contra nosotros y significa que no somos
queridos; seguramente no podría haber amor suficiente para que éste sea
alternado con nosotros. Otra manera de estar absorto en uno mismo es suponer
que cualquier cosa que sienta o piense la pareja es causada por uno. Por tanto,
si está deprimida, la pregunta que surge siempre es: « ¿Qué le habré hecho?» Lo
que parece interés es, en realidad, estar absorto en uno mismo. Se presupone que
si está ocurriendo algo con otra persona, uno debe ser el causante. No hay sitio
para todo esto en las relaciones sanas. Para vivir la relación como un proceso,
hay que considerar a la otra persona como separada e igual, sabiendo,
paradójicamente, que todos somos uno. ¿Es extraño que pensemos equivocadamente
que las relaciones de adicción son más fáciles? Lo conocido, incluso aunque no
funcione en absoluto o esté destruyendo nuestra alma, suele sentirse como algo
más fácil que lo desconocido.
Las relaciones son
tan importantes para nosotros y nos sentimos tan alienados y aislados sin ella
(especialmente cuando no nos tenemos a nosotros mismos) que solemos abandonar
nuestra búsqueda de la verdad en aras de lo que pensamos que está «al servicio
de la relación.
Normalmente, cuando
decimos que no queremos herir a nadie, lo que realmente queremos decir es que
no queremos dar la cara y tener que enfrentarnos a la reacción de la otra
persona, a la verdad.
La primera persona a la
que mentimos es siempre a nosotros mismos, y mentirnos a nosotros mismos es
exactamente tan destructivo para la relación que tenemos o que necesitarnos
tener con nosotros mismos como para las relaciones que tenemos con los demás. La
falsedad fundamental que practicamos en las relaciones suele ser la de no ser
honrados y auténticos hacia nuestro propio proceso y la de no llevarlo a cabo.
Nos «sacrificamos» por la relación, lo cual suele significar no hacer las cosas
que queremos o necesitamos hacer, incluso cuando no habrían tenido ningún efecto
sobre la relación. Por ejemplo, recientemente visité a una vieja amiga. En el curso
de nuestra conversación, mencionó que le gustaría tener una cabaña en la playa,
ya que adora el océano y querría retirarse allí para escribir y pensar. Tiene
los medios para hacerlo, así que le dije: «Creo que deberías hacerlo.» Entonces
respondió (manifestando mucha amargura y enfado en su voz) que no podía hacerlo
porque a su marido no le gustaba el océano. Continuó diciendo que «una tiene
que hacer sacrificios en aras del matrimonio». Su amargura le impulsaba a ser
controladora y a enfadarse. Para dar a su matrimonio la posibilidad de estar
vivo, necesita ser sincera consigo misma y «trabajarse» estos sentimientos de
control -sobre dar y no dar, sobre su concepto de que el matrimonio significa
que los cónyuges son como gemelos siameses, sobre el hacer las cosas cada uno
por su lado, sobre instalarse en la verdad como un mecanismo de control, etc.-.
Consideremos algunos de los factores implicados en este caso. Ella es escritora,
Cuando está trabajando sobre un proyecto, se retira casi por completo y se
centra en su trabajo. Su marido tiene su propia vida y no parece sufrir mucho
cuando ella está absorbida en un proyecto. Si escribe en una cabaña en la playa
(no muy lejos) y vuelve a su casa los fines de semana, o si él le visita
durante los mismos, podrían pasar juntos tanto o más tiempo con calidad que el que
suelen pasar habitualmente. De hecho, podría haber menos tensión en ambos si
hicieran algo así cuando ella está trabajando en algo. Puede que ella esté en
medio de su relación de adicción queriendo algo de su marido que no es posible
o apropiado para una relación, y que se halle atrapada en el típico espejismo
de la adicción a las relaciones creyendo que si pasaran más tiempo
juntos obtendría lo que quiere. Tal vez no confíe en la relación o en su marido
y le asuste no estar cerca Posiblemente le asuste tener una cabaña y estar en ella
sola, o quizá ni siquiera desee tener una cabaña, pero quiera responsabilizarle
a él del hecho de no tenerla. Puede que se encuentre en una imagen de mártir y
que ésta necesidad la asocie con una cabaña en la playa. Quizá le asuste estar
consigo misma, sus escritos y su creatividad y quiera que su marido se
responsabilice de ello. Puede que su marido sea un completo monstruo y tenga
accesos de cólera por cualquier cosa que ella haga. Existen muchas
posibilidades. Sea cual sea la situación, ella necesita ser honrada consigo
misma y trabajar sobre sus sentimientos para poder compartir también cómo se
siente con su marido. El problema de la cabaña ofrece una maravillosa
posibilidad para la intimidad mediante la honradez con tal de que puedan
aceptarla. Tal vez sea esta posibilidad la que les aterroriza a ambos. Ella no
está siendo honrada a menos que trabaje sobre sus sentimientos y los comparta.
Para estar en relaciones en proceso, tenemos que tomar la· responsabilidad de
hacernos cargo de nuestros sentimientos y de llevar a cabo nuestro proceso tan
honradamente como podamos para no vomitar nuestros sentimientos y nuestro
proceso sobre nuestra pareja. Esto significa que tenemos que trabajar con lo
que nos está pasando, aceptar su responsabilidad, y después comunicar con
honradez cualquier cosa de que se trate.
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