REFLEXIÓN
Respuestas desde el Corazón - julio 03
“El
verdadero pecado contra la vida es destruir la belleza, incluso la propia (y
aun más), porque ésta ha sido puesta bajo nuestro cuidado, y somos responsables
de su buen uso”.
Una buena
manera de comenzar cada día es preguntándonos, ¿qué puedo hacer yo para
cuidarme hoy? Hacer y contestar esa pregunta es afirmar nuestra creencia de que
vale la pena cuidar de nosotros mismos. También requiere que miremos, dentro de
nosotros mismos, con honestidad. ¿Nos resulta difícil admitir que estamos
luchando con nuestra adicción?, ¿o que nos sentimos enfermos?, ¿o que
sentimientos como rabia, tristeza o miedo, son predominantes?, ¿o que estamos
lidiando con incesto, o abusos sexuales, mentales o emocionales?
Conocer
nuestras necesidades con gentileza y compasión, suaviza la tarea de ser bueno
con nosotros mismos. Puede que tome un largo tiempo el preguntarnos, “¿qué
puedo hacer para cuidarme a mí mismo?”, antes de que realmente sepamos o
queramos. Pero así como los buenos padres piensan en cómo cuidar de sus hijos,
nosotros podemos aprender a hacer lo mismo por nosotros mismos. Cada vez que lo
hacemos, nos acercamos a una más alta autoestima.
“¿Qué puedo hacer para cuidarme a mí mismo hoy?”
TEMA
LA DINÁMICA DEL ABUSO A SÍ MISMO.
A un nivel inconsciente, estamos
siempre buscando resolver dilemas de la infancia. Es una paradoja el bloquear
el dolor de la infancia, creyendo que nos protegemos, al crear situaciones de
dolor similares en nuestra vida como adultos. En cierto nivel, estamos buscando
una segunda oportunidad, para tener lo que perdimos la primera vez. Atrayendo a
personas similares a los miembros de la familia, damos oportunidad de curarnos,
de aprender las lecciones inherentes de las situaciones de nuestra niñez. Una
mujer cuyo padre estuvo emocionalmente ausente o que la rechazaba, se casa con
un hombre no disponible emocionalmente, colocando su deseo inconsciente de
cambiar a su padre, cambiando a su compañero en el cálido y amoroso padre que
ella añoraba. En apariencia, puede declarar que ella tuvo una infancia
maravillosa y que ella sabe que su padre la amaba. Sólo sucedió que escogió a
un hombre frío, problemático (o una serie de ellos).
Una mujer que fue un chivo
expiatorio en su familia, su vuelve en repetidas ocasiones, un chivo expiatorio
en su lugar de trabajo. Una mujer cuyo padre la golpeaba es incapaz de
excitarse sin fantasías de violencia. Mientras permanezcan en situaciones
disfuncionales como éstas siendo adultas, los sentimientos dolorosos de la
niñez, seguirán en el inconsciente, mientras que los viejos escenarios sean
recreados en las situaciones del presente.
La familia procura una base en la
realidad del niño. He escuchado a muchos adultos diciendo “Yo creía que era
normal, golpear a los niños” o “Yo creía que era normal que los hombres
golpearan a las mujeres”. Cuando te dices ti mismo “eso es normal” guardas el
dolor y la ira que están enterradas; la realidad de la niñez nunca es
cuestionada o explorada. Pero cuando se empiezan a tener experiencias positivas
como resultado de la interacción con otras personas, se tiene ya un punto de
comparación.
Confrontar la realidad de la niñez,
significa conectar con el dolor, la rabia y la vergüenza. Pero en el momento en
que empezamos a sentir eso, hay una posibilidad de cambio, empezamos a buscar
una solución. Nos decimos “si tan solo encontrara la pareja correcta, todo
estaría bien” sin darnos cuenta de que nos atraen personas que nos abusan
porque estamos intentando curar viejas heridas. Con relaciones nuevas podemos
pensar repetidas veces: “esta vez es diferente” y en la superficie, cada nueva
relación puede tener diferentes características. Pero cuando empezamos a mirar
las relaciones en términos de niveles de intimidad, las diferencias
desaparecen.
Nos protegemos del propio
conocimiento de nuestras heridas interiores con más negación “ ¿no es así como
es para todo el mundo? Yo sé que en el fondo me quieren” Mantenemos el mito de
la infancia feliz o al menos la creencia de que en realidad no estuvo tan mal.
Si eso no funciona, puede que hasta nos convenzamos de que lo inventamos todo.
La confusión interior que resulta de esta forma de negación puede ser
devastadora. A este extremo resulta en personalidades múltiples o sentimientos
de esquizofrenia.
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