martes, 3 de julio de 2012

Junta por skype 03/07 - 10 am


REFLEXIÓN

Respuestas desde el Corazón - julio 03



“El verdadero pecado contra la vida es destruir la belleza, incluso la propia (y aun más), porque ésta ha sido puesta bajo nuestro cuidado, y somos responsables de su buen uso”.
Katherine Anne Porter.

Una buena manera de comenzar cada día es preguntándonos, ¿qué puedo hacer yo para cuidarme hoy? Hacer y contestar esa pregunta es afirmar nuestra creencia de que vale la pena cuidar de nosotros mismos. También requiere que miremos, dentro de nosotros mismos, con honestidad. ¿Nos resulta difícil admitir que estamos luchando con nuestra adicción?, ¿o que nos sentimos enfermos?, ¿o que sentimientos como rabia, tristeza o miedo, son predominantes?, ¿o que estamos lidiando con incesto, o abusos sexuales, mentales o emocionales?

Conocer nuestras necesidades con gentileza y compasión, suaviza la tarea de ser bueno con nosotros mismos. Puede que tome un largo tiempo el preguntarnos, “¿qué puedo hacer para cuidarme a mí mismo?”, antes de que realmente sepamos o queramos. Pero así como los buenos padres piensan en cómo cuidar de sus hijos, nosotros podemos aprender a hacer lo mismo por nosotros mismos. Cada vez que lo hacemos, nos acercamos a una más alta autoestima.

“¿Qué puedo hacer para cuidarme a mí mismo hoy?”

TEMA


LA DINÁMICA DEL ABUSO A SÍ MISMO.

A un nivel inconsciente, estamos siempre buscando resolver dilemas de la infancia. Es una paradoja el bloquear el dolor de la infancia, creyendo que nos protegemos, al crear situaciones de dolor similares en nuestra vida como adultos. En cierto nivel, estamos buscando una segunda oportunidad, para tener lo que perdimos la primera vez. Atrayendo a personas similares a los miembros de la familia, damos oportunidad de curarnos, de aprender las lecciones inherentes de las situaciones de nuestra niñez. Una mujer cuyo padre estuvo emocionalmente ausente o que la rechazaba, se casa con un hombre no disponible emocionalmente, colocando su deseo inconsciente de cambiar a su padre, cambiando a su compañero en el cálido y amoroso padre que ella añoraba. En apariencia, puede declarar que ella tuvo una infancia maravillosa y que ella sabe que su padre la amaba. Sólo sucedió que escogió a un hombre frío, problemático (o una serie de ellos).

Una mujer que fue un chivo expiatorio en su familia, su vuelve en repetidas ocasiones, un chivo expiatorio en su lugar de trabajo. Una mujer cuyo padre la golpeaba es incapaz de excitarse sin fantasías de violencia. Mientras permanezcan en situaciones disfuncionales como éstas siendo adultas, los sentimientos dolorosos de la niñez, seguirán en el inconsciente, mientras que los viejos escenarios sean recreados en las situaciones del presente.

La familia procura una base en la realidad del niño. He escuchado a muchos adultos diciendo “Yo creía que era normal, golpear a los niños” o “Yo creía que era normal que los hombres golpearan a las mujeres”. Cuando te dices ti mismo “eso es normal” guardas el dolor y la ira que están enterradas; la realidad de la niñez nunca es cuestionada o explorada. Pero cuando se empiezan a tener experiencias positivas como resultado de la interacción con otras personas, se tiene ya un punto de comparación.

Confrontar la realidad de la niñez, significa conectar con el dolor, la rabia y la vergüenza. Pero en el momento en que empezamos a sentir eso, hay una posibilidad de cambio, empezamos a buscar una solución. Nos decimos “si tan solo encontrara la pareja correcta, todo estaría bien” sin darnos cuenta de que nos atraen personas que nos abusan porque estamos intentando curar viejas heridas. Con relaciones nuevas podemos pensar repetidas veces: “esta vez es diferente” y en la superficie, cada nueva relación puede tener diferentes características. Pero cuando empezamos a mirar las relaciones en términos de niveles de intimidad, las diferencias desaparecen.

Nos protegemos del propio conocimiento de nuestras heridas interiores con más negación “ ¿no es así como es para todo el mundo? Yo sé que en el fondo me quieren” Mantenemos el mito de la infancia feliz o al menos la creencia de que en realidad no estuvo tan mal. Si eso no funciona, puede que hasta nos convenzamos de que lo inventamos todo. La confusión interior que resulta de esta forma de negación puede ser devastadora. A este extremo resulta en personalidades múltiples o sentimientos de esquizofrenia.


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