Graba en la
conciencia de cada individuo el hecho de que se puede poner bien a pesar de
cualquier otra persona. La única condición es que confíe en Dios, y haga una
limpieza de su interior.
ALCOHÓLICOS
ANÓNIMOS, p. 91
En nuestras
reuniones a menudo tratamos del tema de las esperanzas. No tiene nada de malo
esperar progresos de mí mismo, buenas cosas de la vida o buen trato por parte
de otra gente. Lo malo está en dejar que mis esperanzas se conviertan en
exigencias. No lograré ser lo que quiero ser, y las situaciones se
desarrollarán de tal manera que no me complacerán, porque la gente de vez en
cuando me fallará.
La única
pregunta es:
"¿Qué
voy a hacer al respecto?" ¿Sumirme en la ira o en la lástima de mí mismo?
¿Vengarme y hacer que la situación vaya de mal en peor? O, ¿confiaré en el
poder de Dios para traerme bendiciones a los líos en los que me encuentre? ¿Le
preguntaré a qué debo dedicarme a aprender? ¿Sigo haciendo las debidas cosas
que yo sé hacer, sea lo que sea? ¿Me tomo la molestia de compartir mi fe y mis
bendiciones con otras personas?